La presencia del diputado federal genera alboroto en la sede del sol azteca
En medio de porras y atípica algarabía, Ríos Piter se reafilia al PRD en la capital DAVID ESPINO
Chilpancingo, 15 de junio. Unos souvenirs de jaguar en madera tallada, con acabados en colores amarillo y negro, esperan la llegada del diputado federal Armando Ríos Piter a la sede del Comité Ejecutivo Municipal (CEM) del PRD, donde se reafilará “para que no quepa duda” de su militancia, diría luego de tomarse la foto ante una sonriente empleada perredista, exhibir su flamante credencial y posar para los fotógrafos, que prestos toman todas las posturas del legislador.
Ríos Piter no llega, pero en la sede perredista se ve un inusitado movimiento de trabajadores, generalmente modorros por el aburrimiento. Hoy no, hoy el séquito de perredistas güeritos –la avanzada pues, según el argot buropolítico– ya está dándose instrucciones entre ellos para cuando llegue su jefe, y esa dinámica envolvió a los trabajadores partidistas. “Ni modo”, diría uno de ellos mientras compra a una vendedora de fruta picada pedazos de sandía en una bolsita de plástico.
Los reporteros incluso tienen tiempo de bromear con los seguidores del diputado, y cuando ven entrar a uno, le preguntan en un accidentado inglés: Jaguaryu –que escrito correctamente, How are you?, no tendría mayor matiz– y las risotadas le siguen a una frase que todos entienden enmedio de un proceso electoral adelantado, y que ha puesto en jaque al Instituto Electoral del Estado de Guerrero (IEEG). El dirigente de Unidad Social de Bases (USB), Carlos Payán Cortinas, cae en el juego y sonríe, pero por la tangente cambia al tema obligado: el desempeño de la Selección Mexicana en el Mundial de Futbol. Luego vienen las apuestas en especie y en efectivo.
El vocero y los asistentes hacen llamadas telefónicas para confirmar “por dónde viene el licenciado”, porque pasan de las 10:30 de la mañana, hora en que se citó a la prensa, y no llega; en cambio sigue entrando de todo: gente que nunca viene al CEM pero que tienen que afiliarse –precisamente hoy, aunque igual lo hicieron hace ocho días–, según dicen cuando se les pregunta qué hacen por estos rumbos.
Ríos Piter domina el escenario y a los fotorreporteros, su sonrisa de bisutería, perfecta, con una sorprendente capacidad de convocatoria, brilla para todo el que regresa a ver. Está en el patio del CEM junto al barullo con el que entró y que le hace referencia a las máscaras de jaguar que muy ad hoc el artesano tuvo el tino de venir a poner. Lo saluda y posa con ellas, eufórico, seguro de sí. Atiende los llamados de los reporteros, chacotea con todos y así entra a las oficinas donde no lo espera –porque no llegó– el dirigente Julio César Aguirre Méndez; sus asistentes, efusivos, tratan de cubrir el hueco.
Sin sacar ficha –en realidad sólo se anotan en una libreta a rayas–, trámite que se le solicita a todos los aspirantes a militantes, el legislador es llamado cuando aún reparte saludos y besos a sentarse frente a una pequeña cámara web, de donde tomarán su rostro que saldrá impreso en el plástico que lo acreditará como militante. Los fotógrafos se arremolinan. Ríos coloca, a pedido de la asistente, su huella digital en un pequeño escáner. Cinco veces, y las cinco veces sonríe y regresa a ver a las cámaras mientras cuenta en voz alta.
“Uno, dos, tres, cuatro y cinco”, y una fotógrafa vehemente pisa el cable de energía eléctrica de la computadora e interrumpe el proceso. No faltan los gritos: “¡fraude!”, “¡se cayó el sistema!” Pero el diputado no pierde la calma, sabe que vive su momento y entonces –encantador de serpientes– pronostica el siguiente partido de México contra Francia ante todo mundo que le sigue la charla, mientras la empleada trata de componer las cosas.
Un segundo intento, un nuevo conteo y se incorpora triunfante con la credencial de militante del PRD “para que no quepa duda”, exclama. Entonces Félix Bautista Matías pierde la calma y arenga una porra “para el jaguar”. Los seguidores del diputado lo secundan y él, complacido, se toma fotos con todos. “Hasta me siento artista de cine”, dice al salir y reparte tres máscaras que compra por 700 pesos que queda a deber.
Y en efecto, lo es.
En medio de porras y atípica algarabía, Ríos Piter se reafilia al PRD en la capital DAVID ESPINO
Chilpancingo, 15 de junio. Unos souvenirs de jaguar en madera tallada, con acabados en colores amarillo y negro, esperan la llegada del diputado federal Armando Ríos Piter a la sede del Comité Ejecutivo Municipal (CEM) del PRD, donde se reafilará “para que no quepa duda” de su militancia, diría luego de tomarse la foto ante una sonriente empleada perredista, exhibir su flamante credencial y posar para los fotógrafos, que prestos toman todas las posturas del legislador.
Ríos Piter no llega, pero en la sede perredista se ve un inusitado movimiento de trabajadores, generalmente modorros por el aburrimiento. Hoy no, hoy el séquito de perredistas güeritos –la avanzada pues, según el argot buropolítico– ya está dándose instrucciones entre ellos para cuando llegue su jefe, y esa dinámica envolvió a los trabajadores partidistas. “Ni modo”, diría uno de ellos mientras compra a una vendedora de fruta picada pedazos de sandía en una bolsita de plástico.
Los reporteros incluso tienen tiempo de bromear con los seguidores del diputado, y cuando ven entrar a uno, le preguntan en un accidentado inglés: Jaguaryu –que escrito correctamente, How are you?, no tendría mayor matiz– y las risotadas le siguen a una frase que todos entienden enmedio de un proceso electoral adelantado, y que ha puesto en jaque al Instituto Electoral del Estado de Guerrero (IEEG). El dirigente de Unidad Social de Bases (USB), Carlos Payán Cortinas, cae en el juego y sonríe, pero por la tangente cambia al tema obligado: el desempeño de la Selección Mexicana en el Mundial de Futbol. Luego vienen las apuestas en especie y en efectivo.
El vocero y los asistentes hacen llamadas telefónicas para confirmar “por dónde viene el licenciado”, porque pasan de las 10:30 de la mañana, hora en que se citó a la prensa, y no llega; en cambio sigue entrando de todo: gente que nunca viene al CEM pero que tienen que afiliarse –precisamente hoy, aunque igual lo hicieron hace ocho días–, según dicen cuando se les pregunta qué hacen por estos rumbos.
Ríos Piter domina el escenario y a los fotorreporteros, su sonrisa de bisutería, perfecta, con una sorprendente capacidad de convocatoria, brilla para todo el que regresa a ver. Está en el patio del CEM junto al barullo con el que entró y que le hace referencia a las máscaras de jaguar que muy ad hoc el artesano tuvo el tino de venir a poner. Lo saluda y posa con ellas, eufórico, seguro de sí. Atiende los llamados de los reporteros, chacotea con todos y así entra a las oficinas donde no lo espera –porque no llegó– el dirigente Julio César Aguirre Méndez; sus asistentes, efusivos, tratan de cubrir el hueco.
Sin sacar ficha –en realidad sólo se anotan en una libreta a rayas–, trámite que se le solicita a todos los aspirantes a militantes, el legislador es llamado cuando aún reparte saludos y besos a sentarse frente a una pequeña cámara web, de donde tomarán su rostro que saldrá impreso en el plástico que lo acreditará como militante. Los fotógrafos se arremolinan. Ríos coloca, a pedido de la asistente, su huella digital en un pequeño escáner. Cinco veces, y las cinco veces sonríe y regresa a ver a las cámaras mientras cuenta en voz alta.
“Uno, dos, tres, cuatro y cinco”, y una fotógrafa vehemente pisa el cable de energía eléctrica de la computadora e interrumpe el proceso. No faltan los gritos: “¡fraude!”, “¡se cayó el sistema!” Pero el diputado no pierde la calma, sabe que vive su momento y entonces –encantador de serpientes– pronostica el siguiente partido de México contra Francia ante todo mundo que le sigue la charla, mientras la empleada trata de componer las cosas.
Un segundo intento, un nuevo conteo y se incorpora triunfante con la credencial de militante del PRD “para que no quepa duda”, exclama. Entonces Félix Bautista Matías pierde la calma y arenga una porra “para el jaguar”. Los seguidores del diputado lo secundan y él, complacido, se toma fotos con todos. “Hasta me siento artista de cine”, dice al salir y reparte tres máscaras que compra por 700 pesos que queda a deber.
Y en efecto, lo es.
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