Piezas de recambio
La ciencia avanza hacia la medicina regenerativa
Hemos hablado de la medicina regenerativa varias veces en este blog, sobretodo en relación con el papel que pueden desempeñar en el proceso las células madre y sus posibles sustitutas, las células reprogramadas. Si consigue cumplir todo su potencial, el impacto que tendría sobre la sanidad sería enorme. Hoy en día los trasplantes son un remedio para ciertos problemas de salud, pero sus efectos secundarios (hay que suprimir el sistema inmune del paciente para evitar el rechazo, lo que lo deja muy vulnerable a cualquier infección) y la dificultad para conseguir donantes nos impiden usarlos como solución generalizada. Sería mucho más efectivo si pudiéramos construir órganos a medida de cada enfermo.
Los científicos trabajamos bien con células. Las hacemos crecer, multiplicarse, morir, las manipulamos e incluso las convertimos en inmortales si hace falta. Aún tienen que revelarnos muchos secretos, pero sabemos controlarlas bastante bien. Las cosas se complican cuando queremos pasar al siguiente nivel, el tejido. Los tejidos son conjuntos de células que actúan al unísono, desempeñando una función específica. Por ejemplo, el tejido del pulmón nos permite aprovechar el oxígeno que hay en el aire. El problema es que en un tejido suele haber más de un tipo de célula. Unas harán el trabajo específico (esto puede requerir diferentes tipos de células, de hecho), otras se encargarán de mantenerlo libre de infecciones, otras segregarán ciertos factores vitales, etc. Además, hay fibras que se encargan de conservar la estructura y un montón de sustancias químicas que permiten que las células se comuniquen. Se entiende que nos cueste mucho reproducir estas estructuras tan complicadas.
De aquí que los logros de estos tres grupos de científicos que presentan ahora su trabajo sean importantes. Dos de ellos han usado un truco ingenioso que ya se había probado antes: aprovechar la estructura de un órgano de ratón y reemplazar sus células por otras cultivadas en el laboratorio. Los experimentos han sido un éxito y el nuevo tejido ha “respirado” durante unas cuantas horas cuando ha sido trasplantado a otro ratón. No hay tantos casos de tejidos creados artificialmente en el laboratorio. Ésta es la primera vez que se consigue con el pulmón y que además se demuestra que funciona cuando se introduce en un animal.
El invento del tercer grupo es un poco más abstracto: han conseguido reproducir tejido de pulmón en un chip. Esto no se puede usar para un posible trasplante, pero permite estudiar mejor cómo trabaja el tejido y así entender exactamente qué factores tenemos que reproducir cuando lo fabriquemos en el laboratorio.
Cuando sepamos como ensamblar todos los elementos que constituyen los tejidos de nuestro organismo aún no habremos llegado ni mucho menos a nuestro destino. Hay aún otro nivel, quizás más complejo, el relacionado con la forma tridimensional de cada órgano, que está a la vez muy relacionada con su capacidad de funcionar correctamente. Aunque un día podamos fabricar tanto tejido pulmonar como queramos, aún tendremos que ingeniárnoslas para conseguir montarlo de manera que tenga una forma parecida a la de un pulmón real. Se está trabajando también en este sentido y no es del todo descabellado imaginar un futuro en el que iremos a buscar piezas de recambio para nuestro cuerpo igual que lo hacemos para nuestro coche.
Los científicos trabajamos bien con células. Las hacemos crecer, multiplicarse, morir, las manipulamos e incluso las convertimos en inmortales si hace falta. Aún tienen que revelarnos muchos secretos, pero sabemos controlarlas bastante bien. Las cosas se complican cuando queremos pasar al siguiente nivel, el tejido. Los tejidos son conjuntos de células que actúan al unísono, desempeñando una función específica. Por ejemplo, el tejido del pulmón nos permite aprovechar el oxígeno que hay en el aire. El problema es que en un tejido suele haber más de un tipo de célula. Unas harán el trabajo específico (esto puede requerir diferentes tipos de células, de hecho), otras se encargarán de mantenerlo libre de infecciones, otras segregarán ciertos factores vitales, etc. Además, hay fibras que se encargan de conservar la estructura y un montón de sustancias químicas que permiten que las células se comuniquen. Se entiende que nos cueste mucho reproducir estas estructuras tan complicadas.
De aquí que los logros de estos tres grupos de científicos que presentan ahora su trabajo sean importantes. Dos de ellos han usado un truco ingenioso que ya se había probado antes: aprovechar la estructura de un órgano de ratón y reemplazar sus células por otras cultivadas en el laboratorio. Los experimentos han sido un éxito y el nuevo tejido ha “respirado” durante unas cuantas horas cuando ha sido trasplantado a otro ratón. No hay tantos casos de tejidos creados artificialmente en el laboratorio. Ésta es la primera vez que se consigue con el pulmón y que además se demuestra que funciona cuando se introduce en un animal.
El invento del tercer grupo es un poco más abstracto: han conseguido reproducir tejido de pulmón en un chip. Esto no se puede usar para un posible trasplante, pero permite estudiar mejor cómo trabaja el tejido y así entender exactamente qué factores tenemos que reproducir cuando lo fabriquemos en el laboratorio.
Cuando sepamos como ensamblar todos los elementos que constituyen los tejidos de nuestro organismo aún no habremos llegado ni mucho menos a nuestro destino. Hay aún otro nivel, quizás más complejo, el relacionado con la forma tridimensional de cada órgano, que está a la vez muy relacionada con su capacidad de funcionar correctamente. Aunque un día podamos fabricar tanto tejido pulmonar como queramos, aún tendremos que ingeniárnoslas para conseguir montarlo de manera que tenga una forma parecida a la de un pulmón real. Se está trabajando también en este sentido y no es del todo descabellado imaginar un futuro en el que iremos a buscar piezas de recambio para nuestro cuerpo igual que lo hacemos para nuestro coche.
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