Editorial EL UNIVERSAL
Universidades y despilfarros
Todos los noviembres, a punto de aprobarse el presupuesto del siguiente año, nos indignamos por el despilfarro de políticos y burócratas. Suprema Corte, diputados, gobierno federal, CNDH, IFE, gobernadores, etcétera. Hay que seguir con ello y de preferencia hacer algo al respecto. Pero cuando se habla de universidades las noticias van en sentido sólo de pedirles más recursos, olvidando que al mismo tiempo también hace falta exigirles transparencia.
De hecho, es más necesario en el caso de las universidades, no por el monto que reciben, ni porque haya motivos para pensar que dentro de ellas el despilfarro o la corrupción sea mayor, sino porque deben ser el ejemplo de la transparencia, la austeridad y la ética frente a la sociedad y la administración pública. Y definitivamente, hoy por hoy, no lo son.
Los rectores de Tamaulipas y Puebla usan aviones privados para transportarse. Cada viaje al interior de la república en una aeronave exclusiva cuesta cuando menos decenas de veces más que en un vuelo comercial. En la Universidad Autónoma de Sinaloa alumnos y trabajadores disfrutaron de bailes, comidas, bebidas, strippers y premios en efectivo durante las campañas para elegir rector en 2006. De acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación, la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca realizó adjudicaciones directas en 2008 por un total de 21 millones de pesos, es decir, otorgó contratos y realizó obras a discreción, sin licitación de por medio. En el mismo año la auditoría halló desvío de recursos en la Universidad Autónoma de Baja California Sur por dos millones de pesos. La lista de irregularidades sigue.
En ocasiones, la famosa autonomía universitaria es malinterpretada. Es un principio que implica independencia académica y de gestión administrativa interna, pero que no exime a los centros de estudio de las obligaciones que tienen ante la sociedad como entidades públicas. Todas las leyes, incluyendo las de responsabilidades de los servidores públicos, incluyen a las universidades. Autonomía no es extraterritorialidad.
Las universidades públicas están en crisis y requieren más recursos. Sin embargo, es posible el despilfarro dentro de la escasez. Sigamos, pues, señalando los excesos y la corrupción en las secretarías de Estado, en las bancadas parlamentarias, en el Poder Judicial. Pero no perdamos de vista a las universidades, que deberían ser el referente ético nacional de transparencia y buena gestión de recursos públicos
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