miércoles, 28 de julio de 2010


PAN-PRD: alianzas y lastres
El siguiente paso de AMLO pasará por tratar de quitarle antes de fin de año la dirigencia del partido a la corriente de Jesús Ortega.
Jorge Fernández Menéndez

En sectores del gobierno federal, y en las dirigencias del PAN y del PRD han quedado tan satisfechos por los resultados de las alianzas electorales en Oaxaca, Sinaloa y Puebla que están pensando seriamente, no sólo en la opción de 2011 para el Estado de México (demasiado obsesionados en la persona de Peña Nieto) sino también, aunque para muchos parezca un sueño guajiro, en la presidencial de 2012. El único problema es que cualquiera de esas alianzas sólo resultan funcionales con base en un candidato idóneo para esos partidos: la alianza en sí misma sólo logra potenciar una candidatura individual, pero los partidos no concitan ese respaldo, no les alcanza para ganar. Más aún: si se parte de buscar a alguno de sus militantes como una forma de imponerle o negociar con su "aliado" la candidatura común, la misma se frustra. En todos los casos las alianzas funcionaron sobre la base de un candidato llegado, de una u otra forma, de afuera.
Pero, además, se deben deshacer previamente de los enemigos internos de las mismas. El enésimo destape de López Obrador el domingo tiene, entre otros, ese objetivo: mostrar desde un inicio que tratará de reventar, no sólo la candidatura de Marcelo Ebrard, sino cualquier posibilidad de una alianza con el PAN, restando de ella a una parte de las fuerzas de izquierda. El siguiente paso del tabasqueño pasará por tratar de quitarle antes de fin de año la dirigencia del partido a la corriente de Jesús Ortega. Si lo logra, las posibilidades de acuerdos entre el PRD y el PAN para 2011 serán escasas y, en el caso de 2012, inexistentes. Que nadie dude que López Obrador será candidato.
Es verdad que en todo este proceso ganó más el PAN que el PRD, fortaleció posiciones y le dio oxígeno y hasta estrategia electoral a futuro al gobierno federal, pero tampoco Acción Nacional se ha podido escapar de los límites que le ocasionan esos acuerdos. Los cambios en el equipo presidencial fortalecen la presencia del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, como se ha dicho, pero sobre todo mantienen, al estilo del presidente Calderón, basado en la amistad y las lealtades personales, el control sobre la estructura gubernamental y el partido. Ahora viene la etapa más dura: cumplir con los objetivos planteados. En términos políticos, los desafíos son dos y resultan evidentes: existe distancia con todo un sector del priismo que será muy difícil acortar y eso se pondrá de manifiesto en temas presupuestales y de seguridad, pero también en acciones u omisiones políticas, como en el caso del huracán Alex. Al mismo tiempo, no hay ninguna garantía de que con el PRD se pueda establecer una agenda legislativa común y, aun así, no les alcanzaría para imponerla en el Congreso. En el PAN deberán decidir qué hacer con sus adversarios internos más duros. Están en la mesa las expulsiones de Manuel Espino, ex dirigente nacional, muy ligado a Vicente Fox; también las del todavía gobernador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso, y la del ex alcalde de Monterrey, Adalberto Madero. Los dos últimos tendrían que haber sido separados del PAN hace tiempo, el gobernador, porque claramente trabajó para apoyar la candidatura de otro partido; el ex alcalde, lisa y llanamente a causa de corrupción en la función pública. En el caso de Espino las cosas se complican: ¿debería la dirigencia del PAN expulsar a un ex presidente nacional porque no está de acuerdo con la línea, acertada o no, que llevan sus sucesores?, ¿tienen elementos que demuestren que hay acciones en contra del partido que vayan más allá de esos desacuerdos? Esas son las preguntas que deberían hacerse porque, sin respuestas claras, pueden provocar una estampida interna de consecuencias graves hacia el futuro: ahí está el caso de Gerardo Buganza boicoteando la candidatura de Yunes en Veracruz. Porque no todos en el PAN están muy satisfechos con las alianzas, por buenas o malas razones y, si éstas continúan, en el futuro podrán acercar triunfos, pero también reducirán los espacios y las posiciones para compartirlas con la militancia. Y, a la hora de gobernar, una cosa será Gabino Cué y otra, por ejemplo, Mario López Valdez. Lo cierto es que, si deciden seguir igual ruta, tanto el PAN como el PRD deberán hacer ajustes internos que, inevitablemente, implicarán soltar lastre

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