Algo descompuesto en la UAG
El caso de la catedrática Francisca Ríos Núñez, quien se mantiene en huelga de hambre desde hace 10 días en demanda de una recategorización y salarios caídos que le corresponden de acuerdo con el Contrato Colectivo de Trabajo que prevalece entre el Sindicato de Trabajadores Académicos y la Universidad Autónoma de Guerrero, es paradigmático de la conducción que está teniendo la máxima casa de estudios de la entidad bajo la rectoría de Ascencio Villegas Arrizón.
Es sintomático, porque muestra una clara voluntad de las autoridades por ser omisas a sus obligaciones, y porque en el fondo subyace un ánimo de venganza del rector contra quienes en la elección pasada apoyaron a una propuesta contraria, la del contendiente Rogelio Ortega Martínez, o no lo siguieron a él.
Ese mismo principio es el que se ha venido manifestando en varias escuelas de la UAG, ya sea preparatorias de la Costa Grande, Tlapehuala, Acapulco, Chilpancingo, o en escuelas como Psicología, Turismo, Filosofía y Letras, entre otras, donde el encono se centra contra las corrientes aglutinadas en el Gran Frente Universitario (GFU).
A la par, el rector utiliza la estructura y los recursos de la administración central para tratar de consolidar a su corriente, el Frente por la Reforma Democrática (Fredeuag), prácticamente desmantelado desde el fallecimiento de su creador, Rosalío Wences Reza, y vuelto a recomponer a partir de la elección en la que fue ungido rector.
A despecho de su compromiso de administrar a la UAG en el beneficio de todos, Villegas Arrizón parece haber definido como único interés el de su corriente. No sólo eso, sino en lo que parece ser un afán más allá de su propia administración, desde su equipo se impulsa una reforma que más bien podría ser considerada contrarreforma, en la que de manera subrepticia se plantea la desaparición del voto universal, directo y secreto para elegir al rector.
Al final de cuentas, con una universidad que no logra rearmarse y proponer alternativas para la sociedad en la que se inserta, la rectoría de Villegas Arrizón no ha podido, para su desventura, dar pie con bola.
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