Los tarahumaras de Batopilas, Chihuahua, por ejemplo, viven peor que los africanos de Níger, el país con el menor índice de desarrollo humano en el mundo
Elena Michel | El Universal
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En México, la desigualdad social que enfrentan los indígenas es 11 veces más profunda que la de cualquier otro grupo social. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), su ingreso es 17 veces menor al de los capitalinos y 90% no tiene acceso a educación, salud, seguridad social, vivienda ni a servicios básicos.
Los tarahumaras de Batopilas, Chihuahua, por ejemplo, viven peor que los africanos de Níger, el país con el menor índice de desarrollo humano en el mundo.
Magdy Martínez-Solimán, director residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), señaló que el país tiene una “deuda histórica” con los indígenas no sólo por la falta de bienestar, sino por “una sucesión de vejaciones, pues han sido despojados de sus tierras y de sus derechos”.
“Yo creo que no ha sido (suficientemente eficaz el gasto); si lo hubiese sido, no tendríamos las cifras de mortalidad infantil, materna, desescolarización, analfabetismo, etcétera”, admitió Martínez-Solimán en breve entrevista.
La vulnerabilidad de las mujeres indígenas es mayor. La mitad no completa la primaria y la tasa de mortalidad materna es muy alta, refiere.
“Este conjunto de condiciones condena a las mujeres indígenas y a sus familias a una situación de desventaja atávica que es muy difícil de superar”.
Mientras en la capital del país, 12 de cada 100 niños padecen desnutrición, en las zonas indígenas casi la mitad de la población infantil crece sin una dieta adecuada. De hecho, en los últimos nueve años no se ha movido ni un ápice la pobreza alimentaria que golpea a esas comunidades.
Al nacer los indígenas, tienen 10 veces más probabilidad de sufrir pobreza alimentaria que el resto de las personas.
Únicamente 27% de los indígenas goza de algún tipo de servicio de salud, mientras que en las zonas urbanas alcanza el beneficio hasta 50% de la población.
“La desigualdad social se transmite de una generación indígena a otra, provocando un círculo de pobreza y marginación”, dijo Martínez-Solimán.
Distribución errónea
Por primera vez, el PNUD de la ONU calibró la brecha de desigualdad de los pueblos originarios. El Informe sobre desarrollo humano de los pueblos indígenas en México concluyó que el error en la atención a estos grupos está en la focalización de los programas. En esta década, el gobierno federal incrementó 2.7% el presupuesto destinado a ese sector de la población.
En 2009 canalizó 38 mil 103 millones de pesos. Pero el aumento representa 1.5% del gasto programable total para 10 millones de mexicanos. “Hay que hacer un análisis del caso por caso, y ver dónde el gasto ha sido más efectivo”, recomendó Martínez-Solimán.
De acuerdo con el estudio, en lo que menos gasta el gobierno federal es en lograr un piso mínimo de seguridades jurídicas, pues sólo existen tres programas a nivel nacional, que representan apenas 0.2% de la cifra destinada para la atención de los grupos indígenas.
“México tiene que pensar en cómo saldar y atender su deuda histórica indígena, y a la vez, pensar y atajar los retos más recientes que engrosan esa deuda”, advirtió el representante de la ONU.
El 10% de los indígenas en las peores condiciones de vida apenas recibe 7.2% gasto gubernamental, mientras que el mismo porcentaje de indígenas con un índice de desarrollo más estable recibe 20% de los recursos.
“Este no es un problema mexicano ni tampoco un problema latinoamericano; es un problema mundial: la discriminación de nuestros pueblos originarios. Es necesario acelerar el proceso para reducir el proceso de desigualdad”, precisó.
Los estados que presentan los más altos niveles de rezago social para los pueblos indígenas son Chiapas, Durango, Nayarit, Chihuahua y Guerrero.
El representante del PNUD consideró que hay una mejor eficiencia del gasto en educación indígena, frente al fracaso de la orientación de los recursos destinados a salud y acciones en el campo.
En ese sentido, el informe del organismo de la ONU califica mejor al Programa Oportunidades que a Procampo
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