domingo, 21 de noviembre de 2010

Aventura Tequila se antoja entre cascadas y huertos
Aprecia los campos colmados de agave desde la baranca del Aguacatillo
AGUACATILLO. Rappel a 30 metros de altura (Foto: Cortesía Tierre Tequila )
Libélulas y mariposas escapan de nuestros pasos. Extienden sus alas de colores para llegar a la cima de la barranca y ser acariciadas por los rayos del sol. Las ardillas ya están buscando en los huertos su desayuno.
Los músculos del cuerpo van calentándose durante la caminata hacía el Aguacatillo, una barranca cerca del volcán de Tequila, Jalisco. Entre las grietas de sus paredes rocosas se escurre el agua que va dejando el deshielo, el staff, antes de partir, nos da una botella de plástico vacía, al final se ha de llenar con ese líquido puro.
A media hora de trayecto aparece una cascada, hay que subir 30 metros para llegar a su base.
En el trayecto encontramos campos de agave azul, estamos en tierras tequileras, pero por el momento no aprenderemos el proceso de elaboración de la bebida.
Debemos utilizar los binoculares que nos proporcionan los guías. Los colibríes son tan veloces que no podemos distraernos con nada. En esta área habitan siete especies de colibrí, los cuales tienen que escapar de los cuervos que vigilan desde las ramas.
Ya se escucha la furia con la que cae el agua de la cascada. Su mejor temporada es de octubre a febrero, así que nadie se va a salvar de la empapada.
Algunas rocas nos sirven de asiento para esperar nuestro turno, mientras nos colocan casco y arnés. Somos 15 personas las que vamos a "rappelear" la cascada del Aguacatillo.
Estoy de espaldas al precipicio, todavía no llego a la salida del agua y ya empiezo a mojarme con la brisa. El agua está fría y tengo escalofríos, los guías me aseguran que no me voy a enfermar, al contrario, los minerales del volcán vuelven esas aguas curativas.
Poco a poco empiezo a bajar, estirando bien las piernas y sujetando la cuerda con fuerza para no resbalar y terminar estampada contra las rocas.
El peso de la cascada está sobre mi cabeza, me baña por completo.
En los últimos cinco metros me deslizo de un solo golpe, el guía jala la cuerda de seguridad para no darme un sentón. Lo quiero repetir así que debo subir de nuevo, además por los nervios, no pude apreciar los campos agaveros.
Con los binoculares puedo ver a los jimadores trabajando y cargando los camiones con las piñas que llevan a procesar a La Cofradía, la hacienda tequilera que nos abre sus puertas después del rappel y nos sirve de comer.
Hacemos un recorrido por la fábrica y probamos un poco de su producto, a los niños y a las personas con diabetes se les complace con miel de agave.
Nuestra comida es una demostración de los platillos típicos de Jalisco. Por unos pesos más, podemos solicitar una cata de tequila. Nuestra estancia en la hacienda puede incluir un recorrido en bicicleta de montaña. Nos animamos los que aún tenemos energía.
Unos regresan a casa y los que nos quedamos nos vamos de nuevo al Aguacatillo para montar nuestras casas de campaña. Agustín, el campesino que cuida el área, nos da nuestra carga de leña y promete llevarnos, al siguiente día, a Los Azules, otra cascada, para hacer senderismo y darnos un baño

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