Guerrero: ni sangre ni arena
En Privado
Joaquín López-Dóriga
Parte del secreto de la felicidad es dar más y esperar menos.
En el previo de las elecciones del domingo en Guerrero escuchamos las más negras predicciones sobre su desarrollo en un marco de inseguridad y violencia.
Afortunadamente, y eso es lo más importante, el proceso transcurrió en absoluta calma, en un clima de paz que manda un aviso al país y del que los guerrerenses fueron protagonistas: el método electoral como la vía única para el cambio de gobierno.
Hay que apuntar que en esta campaña los guerrerenses fueron copados por los intereses de los partidos políticos que, por un lado, armaron una alianza lógica si se deja en la unión PRD-PT-Convergencia, pero discutible si se atiende al candidato, un senador priista con licencia, Ángel Aguirre, ex gobernador interino de Guerrero y acusado por el mismo PRD que ahora lo postuló, de homicida y delincuente electoral y que en la víspera recibió la adhesión forzosa, suma cero, del candidato del PAN, Marcos Parra, por instrucciones del CEN de su partido, para reclamar su parte de victoria y derrota del PRI.
Enfrente estaba Manuel Añorve, primo hermano de su contendiente, postulado por el priismo, su apéndice Verde y el Panal de Elba Esther Gordillo.
Así, se llevaron a cabo las campañas entre linchamientos, homicidios, ediciones periodísticas apócrifas, envío de apoyos ilegales para ambos candidatos y una guerra sucia, sórdida, no vista y que augura lo que viene para las próximas elecciones: Estado de México el próximo julio y las presidenciales del año siguiente, guerra en la que la imputación, el insulto, la calumnia y la cobardía del anonimato fue, y será, la herramienta cotidiana, el método común.
Por eso reitero: si alguien cree que ya vio todo, no ha visto nada. Las elecciones de 2006 fueron un día de campo; lo que viene será la guerra en la que todo vale, como lo ensayaron intensamente en Guerrero
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