viernes, 4 de febrero de 2011

Mejoran la memoria de adultos mayores
  • Con un tratamiento de Neurorretroalimentación se enseña a personas de más de 60 años de edad a modificar su electroencefalograma por medio de un condicionamiento
RIESGO. Con la edad, las personas pueden sufrir deterioro cognoscitivo (Foto: ESPECIAL )
El Universal
Investigadores del Departamento de Neurobiología Conductual y Cognitiva, del Instituto de Neurología, campus Juriquilla, encabezados por la doctora Thalía Fernández Harmony, diseñaron un tratamiento cuyo fin es evitar que la memoria de personas de más de 60 años de edad se deteriore.
En 2006, investigadores del Hospital Psiquiátrico de Nueva York publicaron un artículo en el que explicaban que al trabajar con personas mayores de 60 años de edad, todas sin problemas cognoscitivos, encontraron que muchas de ellas presentaban alteraciones en su electroencefalograma.
Siete años después realizaron pruebas neuropsicológicas y psiquiátricas a estos sujetos y se percataron de que más de la mitad había desarrollado problemas cognoscitivos; 16% demencia; y 45% daño cognoscitivo leve.
Los investigadores estadounidenses dedujeron entonces que el primer electroencefalograma pudo haber sido predictivo del deterioro cognoscitivo que verían luego y concluyeron que el mejor predictor de este deterioro era la actividad electroencefalográfica con una frecuencia de entre 4 y 7 hertz, conocida como actividad theta.
“Tomando en cuenta este hallazgo, en nuestra investigación intentamos reducir, con la Neurorretroalimentación, la potencia absoluta theta”, explica Fernández Harmony.
Más lento
En general, el electroencefalograma es más lento en la vejez que en la adultez lozana (alrededor de los 40 años).
“Cierta lentificación es normal, así como es normal cierto deterioro de la memoria a edades avanzadas.”
Los investigadores universitarios cuentan con varias bases de datos de electroencefalogramas obtenidos de la población normal. Luego, el electroencefalograma del sujeto bajo estudio es comparado con los de estas bases de datos normativas.
Al comparar el electroencefalograma de algunos de los sujetos con bases de datos normativas, los investigadores observaron que esta actividad era anormalmente lenta, por lo cual concluyeron que muy probablemente estos sujetos desarrollarían en el curso de siete años algún deterioro: daño cognoscitivo leve (mild cognitive impairment), que los pondría a un paso de la demencia, o incluso la propia demencia.
“El tratamiento de Neurorretroalimentación consiste en enseñarle al sujeto a modificar su electroencefalograma por medio de lo que se conoce en psicología como condicionamiento operante. Éste consiste en incrementar o reducir determinada ‘respuesta’, asociándola a un premio o a un castigo. En general, yo utilizo premios, por lo que la ‘respuesta’ consistiría en valores bajos de potencia absoluta theta”, dice la investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Si el electroencefalograma indica que hay un exceso de actividad theta, se hacen varios registros para ver cuál región del cerebro presenta mayor anormalidad relacionada con él.
“Cuando decimos que la actividad de un sujeto es anormal, ello no significa que todo el tiempo sea anormal, sino que a ratos es anormal y a ratos tiene valores normales. Esto es lo que uno aprovecha en el condicionamiento. Esperamos a que el electroencefalograma tenga valores menos anormales; y cuando eso ocurre, emitimos un sonido. Antes del tratamiento le explicamos al sujeto que ese sonido significa que su cerebro está trabajando bien. Después de algún tiempo de entrenamiento en el laboratorio, el sujeto hace la modificación y ésta persiste sin necesidad de que reciba tratamiento”, comenta Thalía Fernández Harmony.
Uno de los requisitos para aceptar a una persona en la investigación fue que, dentro de una escala psiquiátrica llamada GDS (Global Deterioration Scale), tuviera un valor de 2, porque con ese valor habían trabajado los investigadores de Nueva York, y un exceso de actividad theta en el electroencefalograma para ver si, mediante la modificación de éste, se podía evitar su deterioro cognoscitivo, particularmente en lo que respecta a la memoria.
Pruebas cognoscitivas
Antes y después del tratamiento se les hicieron pruebas cognoscitivas a los 30 sujetos reclutados (hombres y mujeres), como la Wechsler Adult Intelligence Scale o WAIS, que es un test de inteligencia que incluye varios índices neuropsicológicos y dos subescalas: una verbal y otra de ejecución.
Los sujetos que recibieron el tratamiento tuvieron una mejoría significativa en la escala verbal; y una mejoría muy significativa en el índice neuropsicológico de comprensión verbal.
También se aplicó una prueba conocida como NEUROPSI, elaborada por la doctora Feggy Ostrosky, de la Facultad de Psicología de la UNAM, que evalúa sobre todo atención y memoria.
Tanto los sujetos que recibieron el tratamiento como aquellos que no lo recibieron tuvieron una mejoría muy significativa en la memoria, aunque en el puntaje global de la prueba la mejoría sólo se observó en los primeros.
Asimismo, se observó que las regiones del electroencefalograma que se modificaron son regiones relacionadas con estas capacidades cognoscitivas que mejoraron.
Sólo en el grupo que recibió el tratamiento, los investigadores universitarios encontraron una mejoría electroencefalográfica muy importante en la región frontal, la cual tiene que ver con la memoria, y mejorías electroencefalográficas significativas en varias zonas del hemisferio izquierdo, expresadas por el incremento de la actividad alfa, la cual podría estar relacionada con la mejoría verbal.
“A excepción de una pérdida mínima de memoria, los 30 sujetos no presentaban ningún problema. Sólo fueron tratados 14, porque los otros tenían su electroencefalograma normal”, señala la investigadora de la UNAM.
En activo
Otra de las condiciones para participar en la investigación universitaria fue que, aunque estuvieran jubilados, todos los sujetos se mantuvieran en activo.
Al mes de haberse iniciado el tratamiento, que duró cuatro meses, se observó mejoría tanto en el grupo que recibió tratamiento como en el que no lo recibió. Al finalizar, todos los sujetos habían incorporado a su vida cotidiana nuevas actividades o retomado otras, como manejar, todo lo cual les produjo una retroalimentación en su vida.
“Sin embargo, no hemos podido concluir el seguimiento que realizamos a los dos años. A los sujetos que no fueron tratados no he podido hacerles pruebas. Tal vez eso signifique algo… Es muy importante que vengan a recibir el tratamiento. En todo caso, dos años después ya tengo los datos de todos los sujetos del grupo tratado. Algunos sujetos han mejorado cognoscitivamente y ninguno ha empeorado... Pero habrá que esperar otros cinco años para tener resultados concluyentes”, comenta Fernández Harmony

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