Al grano contra la sequía
Una variedad, que se probó con éxito, soporta temperaturas mayores a 40°C
Cuando el clima es propicio, los pobladores de la Sierra Tarahumara — tanto indígenas rarámuris como mestizos, ahora amenazados por el hambre— logran cosechar unos 400 kilos de maíz por hectárea en sus tierras de temporal. Eso en el mejor de los casos.
Pero si las condiciones son adversas, como ocurre en esta temporada invernal caracterizada por lluvias escasas en la zona, el problema se agrava: de las 100 mil hectáreas previstas, este año sólo se sembraron ahí 45 mil y aun así la cosecha se arruinó. Las pérdidas suman aproximadamente 9 mil millones de pesos (sólo contando el maíz), según la Sagarpa.
Esta situación podría evitarse al menos parcialmente en el futuro si logra introducirse al mercado una nueva variedad de maíz genéticamente modificado resistente a la sequía que han desarrollado y experimentado cientificos del Centro de Investigación y Estudios Avanzados.
Este producto, probado con éxito en laboratorio y en pequeñas parcelas dentro de invernaderos no sólo es más resistente a la sequía comparado con los maices convencionales: también soporta temperaturas mayores a 40 grados centrígardos, por lo cual sería apto para zonas áridas y semiáridas del país.
“Ahora está vigente el problema en la Tarahumara, pero este maíz podría sembrarse también en las sierras de Puebla, Oaxaca, en Hidalgo o en muchos otros sitios donde hay agricultura de subsistencia”, explica Beatriz Xoconostle Cázares.
En la mitad del país
La doctora Xoconostle lidera este trabajo académico junto con José Luis Cabrera Ponce, del Cinvestav-Irapuato. Su meta es elevar la productividad en las regiones productoras de maíz, de modo que al menos se acerquen a la media nacional de 2 toneladas por hectárea.
Las plantas mejoradas podrían llevarse a zonas áridas y semi-áridas hasta abarcar el 50% del territorio nacional, pues según los científicos requieren 20% menos agua (los maíces actuales necesitan 12 litros por kilogramo sembrado).
Este resultado lo lograron tras varios años de experimentación en laboratorio para “reacomodar”, con ayuda de la bacteria Agrobacterium tumefaciens, un gen del propio maíz que disminuye la acción de la enzima trehalasa, la que a su vez metaboliza a un azúcar llamado trehalosa.
Esta última mantiene el agua en los tejidos vegetales y favorece la fotosíntesis, de manera que si se degrada, el maíz se hace susceptible a la sequía y temperaturas extremas. Pero al disminuir la acción de la enzima trehalasa, tal efecto se revierte.
Cultivo a gran escala
Beatriz Xoconostle aclara que el proceso induce cambios mínimos sin alterar el valor nutricicional del maíz: “la bacteria es un vehículo natural que ha estado asociada con las plantas transfiriendo material genético desde hace 280 millones de años”.
Para comercializar productos transgénicos, las autoridades ambientales solicitan a las compañías importadoras requisitos establecidos en la Ley Federal de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados.
En EU y otros países se cultivan maíces modificados con genes que los hacen resistentes a herbicidas e insectos como el gusano barrenador. Pero estos granos se importan a México; la variedad del Cinvestav sería la primera en producirse aquí.
El gobierno mexicano ha solicitado a los académicos del Cinvestav, a través de la Secretaría de Salud, una autorización de comercialización que ya tramitan y que en caso de aprobarse permitiría la llegada de este nuevo maíz al mercado.
Los especialistas esperan este aval y así pasar de la siembra experimental (que ya realizan en un área menor a una hectárea) a la piloto, con hasta 4 hectáreas. Finalmente, buscarán su cultivo masivo en alianza con productores de Sinaloa y Sonora.
“En cuanto nos lo permitan y de acuerdo con la ley, posiblemente en mayo, vamos a tratar de sembrar el mayor número de hectáreas”, anticipa la investigadora del Departamento de Biotecnología y Bioingeniería
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