jueves, 3 de mayo de 2012

La violenta y tradicional ceremonia reunió a 200 personas
Ofrecen en Zitlala sangre y magulladuras para pedir buena temporada de lluvias
ARTURO DE DIOS PALMA
Chilapa, 2 de mayo. Más de 200 personas se reunieron en la planicie que forma el límite entre los municipios de Chilapa y Zitlala, con un propósito común: pedir un buen temporal de lluvia para la próxima temporada de siembra.
Los dos centenares de personas, de una u otra forma, pero todas, se congregaron como cada año en el cerro de El Cruzco (el cerro de Las Cruces) para rendir culto a sus dioses en los que ponen tal vez su última y única esperanza para sus milpas crezcas lo suficiente para tener un buen maíz, que a muchos de ellos sólo les sirve para el autoconsumo.
El ritual comienza a las 6 de la mañana con el sacrificio de más de 60 gallinas de rancho, que en su mayoría son proporcionadas por los mismos habitantes, y que posteriormente sirven para alimentar a las 200 personas que visitan El Cruzco.
Después del sacrificio comienzan las peleas. Ahí el ruedo, que es formado por todos los espectadores, hombres, mujeres de todas las edades y niños ataviados de tigres, se lanzan a golpes en símbolo de sacrifico.
En El Cruzco, las peleas, los golpes y, tal vez, la violencia, tienen otro sentido: son una ofrenda para que el temporal sea bueno, para que el temporal llegue a tiempo.
Para los peleadores que entran el ruedo, los rencores, la ira y el enojo se quedan allí, nunca trasciende, porque para ellos significan su sacrifico, explica uno de ellos.
Pero, además de ser un ritual pagano-religioso, la subida al Cruzco, para los habitantes de Acatlán, principalmente, es toda una tradición que ha pasado de generación en generación.
El cerro de El Cruzco, para los fieles de Acatlán, representa una especie de santuario de la imagen de la cruz. Es un lugar donde convergen lo religioso con lo pagano, donde se unen el agua bendita y la sangre, donde al mismo tiempo se oye una plegaria que un reto. El Cruzco, para los indígenas nahuas de La Montaña baja, es un espacio para pedir a los dioses lo que los gobiernos les han negado.

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