lunes, 1 de abril de 2013

Crean parvadas un “oasis“ en medio de la violencia


 
Los pelícanos blancos americanos que se asientan en la cuenca del Lago de Chapala, conocidos como “borregones”, provienen de Estados Unidos y Canadá.

Llegaron por docenas y nadie sabe a ciencia cierta por qué. De la noche a la mañana invadieron una parte de la cuenca del Lago de Chapala, del lado de Michoacán, y la comunidad miró con simpatía y asombro su arribo, que coincidió también con el auge del tráfico de la droga.
Lo cierto es que vienen de lejos —de Canadá y el norte de Estados Unidos— y cada año llegan más.
Don Rutilo es un viejo pescador que recuerda el momento en el que las vio por primera vez. Cuenta que llegaron menos de una docena de estas aves y nadie las molestó y las alimentaron durante todo el invierno y hasta que los árboles de huizache reverdecieron.
Para él, lo que les gusta a estas vistosas aves es que la gente de las procesadoras de pescado les ahorren el trabajo de pescar y escoger su comida y a eso de las cuatro o cinco de la tarde llegan por parvadas al muelle de Petatán a atragantarse de vísceras y restos de pescado, mientras los fuereños les toman fotos y logran acercarse hasta casi acariciarlos.
—¡Pa’ mí que son huevonas! —exclama, entre risas y muestra su boca desdentada.
A lo mejor. Pero a lo mejor también les ha gustado el benévolo clima de esta zona que no es ni muy caliente ni de mucho frío. Quizás, como a las mariposas monarcas, les gusta la hospitalidad de la gente que ha visto con la llegada de los pelicanos una opción en el turismo y, con ello, una opción de vida.
No importa que a todos los haya agarrado desprevenidos y no haya ni una palapa donde sentarse.
Lo cierto es que los pelicanos borregones y los lugareños han establecido una relación cercana. Unos y otros conviven, se esperan y han aprendido a vivir con la tolerancia que a los cárteles del crimen de Michoacán y Jalisco les ha faltado en los en los últimos días.
Oficialmente su nombre es pelicano blanco americano, pero nadie sabe por qué tienen el mote de borregones. Hay una teoría popular: dice que el día que llegaron el primer grupo de pelicanos un trasnochado los confundió en la oscuridad de la noche con borregos y quiso capturar uno. Al no darle alcance, la mañana llegó y el borrachito seguía insistiendo en que esos eran borregos. De ahí todo mundo les empezó a decir borregones.
Pocos biólogos y ambientalistas se han acercado a estudiar el fenómeno, que siendo tan joven no encuentra explicación científica.
Hay voces que relacionan la cantidad y calidad del agua de la cuenca del Lago de Chapala con la estancia de los pelicanos. Puede ser.
Por eso están preocupados los habitantes de Petatán con la baja del nivel del agua y la contaminación.
Procuran limpiar el área y cuidar a los animales. Piden a los turistas no acercarse mucho a los pelicanos y no darles de comer “cochinadas”. No los matan. No los persiguen.
Uno puede sentarse a la orilla de la cuenca del lago y disfrutar de la música de los graznidos y el cielo azul cruzado por un ejército de picos y patas anaranjados.
“Nada más no les hagan nada y no les den de comer cochinadas, por lo demás pueden fotografiarse lo que quieran”, recomienda doña Eulalia, la única señora que vende elotes por toda la orilla del lago.
Esta temporada de borregones muchos pensaban que no iban a llegar, quizás asustados por la lluvia de balas y el baño de sangre que ya amenazaba el fin del año pasado. Pero llegaron y en mayor cantidad.

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