lunes, 1 de noviembre de 2010

Hoy la pregunta no es qué México le vamos a dejar a nuestros hijos, sino qué hijos le dejamos a México: la rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana
Adrián Figueroa
Hay que pensar en el país que queremos y recuperar con la educación al que hemos perdido. No podemos abandonarlo en estos tiempos de violencia, desigualdad social y corrupción. “Porque hoy la pregunta no es qué México le vamos a dejar a nuestros hijos, sino qué hijos le dejamos a México”, asegura la rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana, Carmen Beatriz López-Portillo Romano.
Pensar y recuperar, dos conceptos que pone en la mesa la también abogada para buscar soluciones a la problemática que vivimos. Dos conceptos, dice, que se deben lanzar desde las universidades e instituciones de educación superior. “Esa es su responsabilidad, porque en sus campus se forman a profesionistas competentes, pero sobre todo a humanistas. Y esta labor no puede quedar en sus educandos, debe llegar a la sociedad, porque sólo con la educación podemos recuperar a nuestro país”, agrega.
La rectora, que cuenta con una maestría en Historia por la Sorbona de París, asegura que la misión de las universidades es cobijar a la comunidad, responder a los problemas y retos que enfrenta la sociedad con soluciones técnicas y humanísticas.
Entonces, señala, hay que apoyarlas para que sean el espacio donde más gente acuda a tener un espacio de ideas, de expresión, de tolerancia, diálogo y acceso a la cultura y arte. “Ése es el compromiso de las instituciones”.
PENSAR en el país. Las instituciones de educación son, por tradición, el universo de las interrogaciones y de respuestas, pero ahora tienen tres responsabilidades: una, pensar los problemas que están aconteciendo; dos, generar profesionistas con sentido social; y tres, provocar en sus alumnos esta certeza que solamente a través de la ciudadanía seremos capaces de comprometernos con el país y dar soluciones.
“Con ellos podemos pensar en el México que queremos, con menor desigualdad, reducir la pobreza, eliminar la corrupción y violencia, una mejor democracia, pero sobre todo tener personas que miren al otro como si fueran ellos mismos”, agrega.
Aquí, López-Portillo Romano hace una pausa y recuerda que hace más de 60 años se presentó la declaración universal de los derechos humanos y “creíamos que con la educación íbamos a evitar actos de barbarie, a promover la tolerancia, el diálogo, etcétera. Hoy, con lo que pasa en el país y el mundo, nos damos cuenta que hemos fracasado y los índices de violencia y desigualdad son brutales”.
Un ejemplo, dice, en el planeta son 225 personas que tienen más activos que 2 mil 500 millones de personas al año. “Es aterrador y brutal”.
Por eso, asegura, hay que pensar en cambiar a los mexicanos, no al país. Para esto, se puede empezar con un gesto agradable al día: si dejas pasar al peatón cuando vas en coche, respetas tu entorno y eres honesto y cordial, será la base para la transformación.
Pero también se debe cambiar el discurso público, porque, asegura, hace mucho tiempo que no se oye la palabra el bien común.
Hay que pensar en uno nuevo para el país, “porque si reducimos el lenguaje, también perdemos la memoria y nos volvemos una sociedad amnésica. Nos olvidamos de lo que ha pasado y lo que estamos viviendo. No pasa nada con la muerte de más de 39 mil personas en la lucha contra el narcotráfico, lo que equivale a cuatro veces más que en la guerra de Irak”.
Porque también hay que pensar en que se cumpla el estado de derecho. “Si estos señores cometieron un crimen, que sean castigados mediante un juicio, como la norma lo dice: para un delito ‘A’ está la consecuencia ‘B’, no la justicia por propia mano o por odio”.
RECUPERAR MÉXICO. Una de las maneras del rescate del país es dejar de devaluarnos entre nosotros y lo que somos.
“Siempre queremos ser el otro: el gringo, el europeo, porque aún no hemos sabido resolver el diálogo entre el México prehispánico y el mundo occidental. “Se murieron nuestros dioses y sobre sus altares construimos otros sin poder entender la fusión de las culturas.
“No hemos podido arraigar aún nuestra identidad, asumirnos como mexicanos que caminen en dos pies y permitir que esas sangres que tenemos en las venas dialoguen. Nos las pasamos buscando ser otros”.
Una parte de esta problemática está en el poco conocimiento que tenemos de nuestra historia. “Si vemos como están ahora los libros de texto gratuito, encontramos que ya no existe el periodo prehispánico. Para qué vamos a estudiar a los aztecas, mayas u olmecas, porque de ahí venimos, es apropiarte de tu pasado, de dónde vengo rodando de hace varios siglos y sentir orgullo”.
Porque, indica, tenemos que recuperar esa riqueza cultural e histórica, ese país que hemos perdido. “Eso es lo que tenemos que rescatar: nuestros valores como la solidaridad, la honestidad y los grandes logros en ciencia, cultura, deporte. A los grandes hombres y mujeres que han formado esta nación desde Sor Juana Inés de la Cruz hasta Hugo Sánchez. Pero también al país que ha superado muchos conflictos, revoluciones, etapas sangrientas, y que finalmente ha llegado a la paz y estabilidad, con desarrollo y justicia social”.
Porque no podemos dejar que la realidad nos avasalle y sentir que “estamos viviendo el apocalipsis. Hay que hacer algo para creer en nosotros, para recuperar esa confianza, darnos ánimos y saber que sí se puede”.
¿Y cómo hacerlo?, señala, recuperando la memoria de todo lo que hicimos antes, desde nuestras grandes pirámides, desde nuestro arte, ciencia y educación, y con esta base volver a construir el país que deseamos.
En esto momentos, agrega, no podemos ser indiferentes a lo que pasa. Saber que asesinan a jóvenes en una fiesta o 72 migrantes por nada, que encarcelan a mujeres indígenas sin motivo alguno y nada pasa.
“Porque en una sociedad donde no nada pasa es el peor de los mundos posibles. Debemos de ser capaces de responder, como ha sido siempre en nuestra historia ante las injusticias, y decir: oigan, párenle, como sea. Esto es recuperar México”.
No podemos regodearnos en la violencia, la frustración. No podemos abandonar al país, porque ya no se trata de pensar qué México le vamos a dejar a nuestros hijos, sino qué hijos le vamos dejar a nuestro México.
Y sobre todo, asegura, poder mirarnos a los ojos, como antes, ver a los demás y recuperar la solidaridad que nos ha distinguido.
El próximo lunes lea la segunda parte de la entrevista con la rectora del Claustro de Sor Juana, Carmen Beatriz López-Portillo. Éste es un trabajo conjunto entre La Crónica de Hoy y Universia, la red de colaboración más grande de Iberoamérica

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