sábado, 20 de noviembre de 2010

Reinauguran el Monumento a la Revolución
Durante el evento, los presentes pudieron observar unas fuentes de agua, cuyos borbotones verticales subían y bajaban al ritmo de la música, además de apreciar una Plaza renovada con el piso de concreto y granito de mármol.
Ciudad de México.- Fue una masa festiva. En la reapertura del Monumento a la Revolución los miles de asistentes vieron los colores verde, blanco y rojo ir y venir sobre las fachadas de edificios, gozaron de la Danza de la Fuente, cantaron a todo pulmón Cielito Lindo y al final con una seriedad nunca vista entonaron juntos el Himno Nacional; desde su arribo ondearon sus banderolas como si llegaran a un mitin político y casi a las 18: 00 horas gritaron vivas, vivas y más vivas a… los Pumas que vencieron al Cruz Azul.
Cuando llegaron vieron una Plaza renovada con el piso de concreto y granito de mármol, lámparas de luz entre blanca y amarilla y una avenida denominada Paseo de las Capitales; además de un Monumento que le nació una quinta columna antiestética, es decir el gran elevador de paredes transparentes para llegar al mirador a 57 metros de altura.
Vieron unas palmeras abiertas y otras amarradas en su punta, quizá por olvido y otras más apuntaladas en su base por polines cual palmeras borrachas a punto de caer. Echaron un ojo al estacionamiento subterráneo que fue inaugurado inconcluso con sus rampas con varillas apuntando hacía arriba y, totalmente inundado en sus dos entradas.
Durante casi 40 minutos que duró la inauguración, iniciada con discursos de Cuauhtémoc Cárdenas y del Jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, los asistentes reunidos en ese punto observaron unas fuentes de agua, cuyos borbotones verticales subían y bajaban al ritmo de la música. Fue la Danza de la Fuente. El agua fue de colores verde, blanco y rojo, como lo fue también la fachada de ese Monumento a la Revolución.
Los borbotones sincronizados de agua, colocados al frente de ese Monumento, inaugurado hace 72 años se llenaron de colores. Éstos iban y venían sobre el agua y la fachada del mausoleo que guarda los restos de los caudillos de la revolución mexicana. Pero también los reflectores de luz blanca subían y bajaban por el cielo y las fachadas de los edificios aledaños a ese espacio.
Desde que llegaron las masas organizadas se arremolinaron en los espacios más revolucionarios de ese entorno: La Soldadera (a la entrada unas mujeres mostrando todo lo que había que mostrar y otras más, vestidas como adelitas, güeritas y perfumadas), Los Campesinos (en la entrada hombres de traje con mirada amenazadora) y Los Caudillos (difícil no evocar a Plutarco Elías Calles), pero no, eran los restaurantes donde desde afuerita, esas masas vieron el futbol en lo que el acto centenario-político comenzaba.

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